Los nuevos dueños de la parcela deportiva de los ‘Red Devils’ han llegado a la Premier League para revolucionar el método de trabajo

Sir Jim Ratcliffe, dueño de Ineos, posando en frente de Old Trafford; foto: 2Playbook.
Sir Jim Ratcliffe, dueño de Ineos, posando en frente de Old Trafford; foto: 2Playbook.

Cuando Sir Jim Ratcliffe adquirió el 27,7% del Manchester United en diciembre de 2023, prometió rescatar a un club que, pese a su identidad global, llevaba años atrapado entre pérdidas millonarias, decisiones deportivas erráticas y una estructura interna sobredimensionada. Dos años después, el United es una institución irreconocible. No por sus resultados inmediatos, sino por la magnitud —económica, organizativa y deportiva— de una de las mayores reestructuraciones que ha afrontado jamás un gigante del fútbol europeo.

La revolución acometida por Ratcliffe —la más agresiva en la era moderna del club— ha supuesto despidos masivos, inversión récord, renovación total de su organigrama y una orientación empresarial basada en eficiencia, datos y control de costes. El objetivo declarado es ambicioso: devolver al United a la élite competitiva mundial y, al mismo tiempo, convertirlo en un club rentable. Sin ese equilibrio, explicó el propio Ratcliffe en marzo de 2024, la entidad “se arruinaría” antes de Navidad.

Un coloso con pies de barro financiero

El dato que activó todas las alarmas fue contundente: 113,2 millones de libras en pérdidas al cierre del ejercicio 2023-24. Ratcliffe y los ejecutivos de Ineos concluyeron que el club funcionaba con una estructura diseñada —y presupuestada— para competir cada año por la Premier League y la Champions League. Sin embargo, los resultados deportivos no acompañaban, y el desfase entre expectativas y realidad estaba hundiendo las cuentas.

El United había dejado de ser sostenible. No por falta de ingresos, sino por un gasto que no se ajustaba a la realidad competitiva. De ahí la necesidad —según fuentes internas— de ejecutar una “cirugía mayor” en todos los niveles.

El impacto social y humano: 450 despidos en menos de un año

La decisión más controvertida fue el doble proceso de despidos, que dejó un total de 450 empleados fuera.

Primero, una ronda inicial de 250 salidas. Luego, una segunda de 200.
El club asumió internamente que el shock fue “enorme”, pero lo vio inevitable.

La justificación era doble:

  1. El club estaba sobredimensionado, con departamentos duplicados y procesos redundantes.
  2. Era necesario liberar masa salarial y redefinir roles para implantar un modelo más moderno y flexible.

El club buscó sustituir a parte del personal saliente con perfiles “multifacéticos”, capaces de desempeñar diversas funciones. El modelo de gestión pretendía asemejarse menos al de una gran empresa tradicional y más al de una organización de élite deportiva global con estructuras ágiles y digitalizadas.

Una reconfiguración directiva sin precedentes

La renovación del personal de alto nivel ha sido tan profunda como la de la plantilla. Hasta 19 cargos directivos seniorhan sido reemplazados. Es un cambio pocas veces visto en la Premier League.

Entre los fichajes estrella se incluyen:

  • Omar Berrada, CEO procedente de Barcelona y Manchester City.
  • Marc Armstrong, director de negocio ex-PSG.
  • Sam Erith, responsable de rendimiento con experiencia en Tottenham y la FA.
  • Christopher Vivell, director de reclutamiento formado en el modelo Red Bull.
  • Roger Bell, director financiero de confianza de Ineos.
  • Kirstin Furber, directora de personas llegada desde Channel 4.

A este núcleo se suman figuras clave en medicina deportiva, nutrición, fisioterapia, academia, medios y áreas tecnológicas.
La intención es construir una estructura profesionalizada, altamente especializada y alineada con los métodos que han hecho competitivos a los clubes mejor gestionados de Europa.

El giro hacia los datos: del “siglo pasado” al modelo F1

Uno de los movimientos estratégicos más significativos fue la llegada de Michael Sansoni, procedente del equipo Mercedes de Fórmula 1, como director de datos.

Ratcliffe había calificado el uso de datos del club como “propio del siglo pasado”. El objetivo: replicar la cultura F1, donde cada decisión se apoya en análisis milimétricos.

Las nuevas capacidades abarcan:

  • Evaluación del rendimiento individual y colectivo.
  • Optimización de cargas de entrenamiento.
  • Modelos predictivos de lesiones.
  • Reclutamiento basado en analítica avanzada.
  • Procesos de scouting digitalizados.

Fuentes cercanas indican que el avance ha sido tan notable que el United ya cuenta con una infraestructura de datos “entre las cuatro mejores del mundo”.

La modernización tecnológica es central en la visión de Ratcliffe: un club que toma decisiones racionales, cuantificables y medibles, lejos del modelo emocional que caracterizó al United durante parte de la era Glazer.

Inversión récord: 450 millones en plantilla y 50 en infraestructuras

La otra cara de la austeridad es el gasto estratégico.
Ratcliffe aprobó más de 450 millones de libras en fichajes, además de 50 millones para renovar Carrington, que ahora es un centro de entrenamiento rediseñado para estándares élite.

El relevo en el banquillo también formó parte de la transformación: Rubén Amorim reemplazó a Erik ten Hag con la misión de instalar un estilo moderno, integrado en la nueva cultura analítica del club.

El mensaje interno es claro: el club gasta, pero quiere gastar bien. No a la deriva, sino con planificación y métricas.

La salida abrupta de Dan Ashworth: el único error reconocido

En medio de una transformación tan vasta, algunas decisiones han fallado. La marcha de Dan Ashworth, uno de los directores deportivos más prestigiosos del país, es vista internamente como un movimiento fallido.

United pagó 3 millones a Newcastle para firmarle y, en apenas cinco meses, abonó otros 4 millones para desprenderse de él.
No hubo una ruptura pública, pero sí diferencias irreconciliables sobre su rol y su encaje en el nuevo modelo.

Ratcliffe no ha ocultado que la flexibilidad cultural será limitada: quien no se adapta, sale.

Consecuencias deportivas: modernización… y presión inmediata

La gran incógnita sigue siendo cómo se traducirá todo esto en el terreno de juego. A corto plazo, los cambios estructurales no garantizan éxito.
El propio club admite que hay un “tiempo de retraso” inevitable entre el rediseño de procesos y los resultados deportivos.

Pero las exigencias del entorno son claras:

  • clasificar a Europa esta temporada,
  • sentar bases para disputar la Premier en los próximos años,
  • y competir por Champions League a medio plazo.

La inversión en plantilla y la llegada de Amorim han elevado las expectativas El “nuevo United” debe mostrar intensidad, estructura, coherencia táctica y una identidad reconocible, pilares que han faltado en la última década.

Rentabilidad y ambición: el nuevo equilibrio

Las cuentas más recientes (30 de junio de 2025) muestran un dato clave: el club ha reducido pérdidas a 33 millones de libras, un nivel ya manejable. Se prevé que el United alcance rentabilidad a medio plazo, sin renunciar al músculo financiero para reforzar plantilla y acometer grandes proyectos, como el nuevo estadio de 100.000 asientos.

La familia Glazer, aunque sigue involucrada, ha cedido protagonismo a Radcliffe. Y el británico insiste en la idea de que dirigir al United es un privilegio, pero también una responsabilidad sujeta a estándares máximos.

Conclusión: el United frente a su mayor metamorfosis del siglo XXI

La revolución de Jim Ratcliffe no es un ajuste: es una reinvención completa del Manchester United. Desde su estructura interna hasta su cultura, pasando por la gestión del talento, la modernización de infraestructuras y el uso intensivo de datos.

Queda por ver si este rediseño devolverá al club al lugar que ansía —luchar cada año por la Premier y la Champions—, pero su impacto económico, empresarial y deportivo ya lo ha convertido en el experimento más ambicioso del fútbol inglés contemporáneo.

Si el éxito acompaña, Ratcliffe habrá firmado el mayor resurgimiento de la Premier moderna. Si no, quedará como la mayor oportunidad perdida de un gigante que, tras una década de deriva, no podía permitirse seguir equivocándose.

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