El conjunto de Claudio Giráldez, entrenador que les llevo a Europa League la temporada pasada, no ha conseguido ganar en lo que llevamos de liga, no ha conseguido pasar del empate, pero en Europa le esta yendo de mejor manera

El Real Club Celta de Vigo dirigido por Claudio Giráldez afronta la temporada 2025-26 de la LaLiga Primera División en una situación de evidente debilidad competitiva, aun cuando los pronósticos previos generaban ilusión tras el 7.º puesto logrado el curso anterior. El problema no es tanto la finalización como la forma: un arranque sin victorias, múltiples empates y una sensación de equipo que aún no encuentra su sello, pese a que la plantilla y el proyecto técnico desean continuidad. La clave es analizar por qué el Celta está atravesando este momento comprometido, cuáles son las raíces del problema y qué solución parece más viable.
La temporada 2024-25 culminó con un notable 7.º puesto para el Celta, lo que generó expectativas de asentamiento en la zona media-alta de LaLiga. Sin embargo, al arrancar la campaña 2025-26 el equipo no ha logrado ganar aún en liga, acumulando varios empates y derrotas, lo que ha generado alarma. Según uno de los análisis más recientes: “tan solo ha perdido dos partidos, pero la losa de ser el único equipo de LaLiga que todavía no conoce la victoria lo mantiene en la zona baja, al ser el rey del empate con hasta seis igualadas en estas ocho primeras jornadas”.
El entrenador Giráldez lo ha reconocido con honestidad: “Hemos sido inferiores… creemos que ellos han merecido ganar”. Por tanto, el problema de fondo del Celta esta temporada no es solo “no ganar”, sino más bien la descompensación entre expectativas, rendimiento y resultados.
Diagnóstico del problema: causas estructurales
Uno de los datos más reveladores: el Celta está empatando demasiados partidos. En las primeras ocho jornadas registraba seis empates. La consecuencia: no sumar de tres en tres merma la moral, la confianza, y coloca al equipo en una situación de presión creciente. El equipo carece de esa “chispa” que le permita dominar los partidos o imponerse, lo cual hace que cualquier adversario lo pueda contener.
Aunque el equipo confía en su filosofía de juego, Giráldez ha admitido que “no hemos estado a nuestro nivel” y que “en estos últimos dos partidos no hemos salido con comodidad, lo que dificulta nuestra claridad y agresividad”. Desde la defensa, los rivales están ganando duelos y imponiendo ritmo superior (“han sido capaces de ganar muchísimo duelo… hay que subir nuestro nivel”). Desde el ataque, la capacidad para generar ocasiones de gol, o para mantener el control del juego cuando se intenta remontar, está por debajo del estándar construido previamente. El bloque parece “pegado” en su construcción de juego, más que “libre” para atacar.
Otro eje importante es el de la plantilla y su planificación. Un análisis reciente titulado “Los males del Celta: entre la planificación y el mercado” subraya que la continuidad del proyecto puede tener un lado, pero también está dejando sin margen de mejora la plantilla.
En clubes que han logrado buen rendimiento, el ciclo de “mantenimiento sin invertir” puede generar estancamiento. El Celta, pese al éxito del año anterior, parece haber arrastrado esa tensión entre “queremos más” y “tenemos lo que tenemos”.
El hecho de que el Celta esté también en competición continental (fase de liga de la UEFA Europa League 2025/26) introduce una variable de desgaste adicional. En la fase de grupos (o fase de liga) Giráldez afirmó que “esto es Europa… tenemos que subir nuestro nivel y llegar a jugar a estas velocidades”. El doble frente (liga + Europa) obliga a una mayor rotación, adaptación y concentración, algo que quizá la plantilla no ha logrado estabilizar; también, la presión de ganar fuera de casa o adaptarse al calendario europeo puede afectar la dinámica interna.
Análisis táctico y de estilo de juego
Desde el punto de vista táctico, el Celta de Giráldez se caracteriza por un enfoque combinativo, con intención de control en campo contrario, uso de jóvenes y una defensa con transmisión ofensiva. No obstante, los problemas emergentes indican deficiencias en espacios intermedios y en transición.
Giráldez ha admitido que los rivales logran imponerse en los duelos y velocidad de juego, lo que sugiere que el Celta sufre en fases de transición ante equipos que presionan bien. En partidos donde el Celta debería dominar campo rival, se ha visto retroceder demasiado rápido, lo que reduce opciones ofensivas y potencia al contrario.
En fases ofensivas, el equipo no encuentra la fluidez para marcar diferencia. Aunque no hay estadísticas completas de goles a favor y en contra por jornada (no accesibles en la fuente actual), el hecho de acumular empates y no victorias indica falta de resolución en momentos clave. Giráldez señaló: “La rabia de cambiar la imagen y volver a ser nosotros es más poderosa que cualquier otra variable”. Esto apunta a dimensión psicológica, pero instalada sobre un déficit técnico-táctico de eficacia.
Según un artículo especializado, Giráldez tiene “tres decisiones importantes e inmediatas” por delante en la plantilla para revertir la dinámica. Esto sugiere que el cuerpo técnico reconoce que debe ajustar la rotación, la estructuración del once y quizá los roles dentro del equipo (más veteranía, más equilibrio defensivo, etc.).
En resumen, el estilo no es el problema en sí, sino que está siendo embarullado por carencias de ejecución, velocidad de segundo pase, mayoría de duelos ganados, y declive de la contundencia.
Efectos y consecuencias en el plano institucional y de vestuario
La imagen del equipo está siendo cuestionada. El propio Giráldez ha dicho: “Estamos juzgados y expuestos a los resultados”. Este clima genera presión interna al grupo. Cuando el equipo no gana, la tensión aumenta, comportamientos defensivos se ven amplificados y las decisiones tácticas se vuelven más conservadoras en lugar de creativas.
Un problema relevante: el equipo no solo tropieza fuera, sino también en casa. Aunque no hay estadísticas de goles recibidos en Balaídos concretas en la fuente, los informes señalan que el rendimiento en casa ha bajado emocional y tácticamente, lo que afecta al ambiente.
Esto a su vez impacta en la recaudación, en la sensación de fortaleza del club y en la narrativa externa, que pasa de “Celta ascendente” a “Celta en fase de peligro”.
Si esta dinámica de empates persiste, el riesgo es doble: primero, caer en la parte baja de la tabla (aunque aún no en descenso, la presión aumenta), y segundo, que un proyecto que tenía continuidad (post 7.º puesto) entre en una fase de involución. Eso obligaría a plantear cambios estructurales, que podrían desequilibrar el vestuario y la plantilla.
¿Qué debe hacer el Celta para revertir la situación?
Buscar victorias con valentía táctica. No basta con mantener un estilo: hace falta imponer el ritmo y generar superioridad real. Acciones como mayor verticalidad, cambio de dinámica en el medio campo, decisiones ofensivas más atrevidas pueden marcar la diferencia. Además, el conjunto gallego debe reforzar la transición defensiva. Adaptar líneas más compactas al contraataque, mejorar la comunicación entre defensa y mediocampo para que los rivales no puedan “romper” tan fácilmente. En cuanto al juego ofensivo, el Celta debe acelerar la resolución ofensiva. Quizás introducir variantes tácticas, jugadores que aporten desequilibrio individual, o replantear la disposición ofensiva para que la generación de ocasiones sea más constante. Otra cosa que deben buscar y en este caso mantener el equipo del técnico español, preservar la confianza del vestuario y de la afición. Giráldez debe mantener el discurso de credibilidad (“estos somos nosotros”) pero al mismo tiempo traducirlo a resultados. Una victoria clave puede actuar como catarsis. Y, por último, deben gestionar la plantilla y roles. Ajustar rotaciones, quizá dar más peso a jugadores con experiencia en momentos difíciles, y reforzar el bloque sin perder la identidad que lo llevó al éxito el año anterior.
El Celta de Vigo de Claudio Giráldez aparece en esta temporada 2025-26 en una fase de riesgo: no por la baja posición inmediata —que podría ser relativa— sino por la dinámica negativa en que se encuentra. Empates excesivos, falta de contundencia, problemas de transición y pensamiento estratégico que necesita ajustes son síntomas de un equipo que aún no ha podido consolidar el salto de calidad que se le suponía tras su 7.º puesto.
El técnico ha asumido parte de la responsabilidad, ha sido autocrítico y ha llamado a la unidad, pero los próximos partidos marcarán si el club vira hacia la estabilidad o si entra en una fase de replanteamiento. En el fútbol moderno, los ciclos rápidos exigen resultados pronto: al Celta no le bastará con mantener su estilo, tendrá que mejorarlo para superar el bache.
Si logra hacerlo, podrá retomar la senda ascendente; si no, la ilusión puede diluirse y el proyecto instalado en la continuidad pasará a estar en revisión.





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